Cofradía de la Santa Vera Cruz

La Cofradía de la Santa Vera Cruz fue fundada en 1681. Su Libro de Estatutos establece el procedimiento de la procesión, consistente en prácticas disciplinantes que, látigo en mano, hacían sangrar las espaldas de los cofrades. "A la hora de las tinieblas estén todos ayuntados en la iglesia (...) donde les hará el sacerdote un breve sermón (...) para los animar y esforzar (...); y para cuando se acabaren las tinieblas, estén todos puestos en orden, vestidos con sus hábitos de lienzo grosero, hecho a manera de cruz, con su capilla para cubrir el rostro y la cabeza, descubiertas las espaldas, y delante un escudo de las cinco llagas y un cordón hecho de esparto o de cáñamo, y con disciplina en las manos para cuando los sacerdotes bajaren de decir las tinieblas; los cuales salgan a la iglesia". Los cofrades desfilaban encabezados por el cofrade que portaba la cruz, mientras el mayordomo, el prior y otros cofrades iban apartando al gentío con unas varas negras y controlaban los habituales ataques de histeria.

Los latigazos comenzaban cuando los curas entonaban el 'O Crux Ave spes unica': "empezando dicho verso se hinquen todos de rodillas, y entonces y no antes, empiecen a displicinarse, y acabado todo el verso, levántense y comiencen el 'Miserere mei Deus', en tono, y salga la procesión por orden como en la iglesia". Tras dar la vuelta al templo, siempre con el látigo fustigándose las espaldas ensangrentadas, los cofrades volvían a entrar y adoraban al Santísimo mientras se lavaban, saliendo después de la iglesia.

Pendón en su Libro de Estatutos.

En 1881, la cofradía está ya plenamente consolidada, con secciones masculinas y femeninas, así como varios grupos disciplinares. Estas prácticas acabarán desapareciendo, posiblemente tras los muchos episodios de laicismo que trajeron los gobiernos liberales durante el siglo XIX. El 30 de julio de 1915, la Crónica de la parroquia contabiliza sólo 30 cofrades. Estos se encargaban de recorrer las calles del pueblo con unas campanillas, pregonando las vísperas de la Vera Cruz o el entierro de otros cofrades, indicando día y hora. Sus obligaciones eran asistir a la víspera y a las misas de la Cruz de mayo (3 de mayo) y de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre), acompañar a los hermanos difuntos en su entierro y sacar los pasos en las procesiones de Jueves Santo y Viernes Santo. Con los años, la cofradía entró en franca decadencia, sobre todo tras el cierre y derribo de la iglesia en 1990. Los pasos, hasta entonces en el templo, se guardarán ahora en las casas de los vecinos, sufriendo deterioro.

Aurelia San Casimiro.

Esta situación precaria cambiará gracias a la actuación de la pradejonera Aurelia San Casimiro, promotora de la renovación de la cofradía. El Viernes Santo del 1 de abril de 1994, cuando la procesión se incorporaba a la Calle del Medio desde la Calle de la Paz, Aurelia se detuvo ante el paso del Santo Sepulcro y, al verlo tan deteriorado, se le encogió el corazón e hizo una promesa: "si tengo salud y fuerza, el año que viene vas a ir más limpio que el oro".
En 1995, Aurelia visitó casa por casa a antiguos cofrades y a gente que ella pensaba que podría formar parte de este movimiento de renovación. En una semana reunió en el guarderío a 20 hombres, les explicó sus ideas, les dijo que de cobardes no hay nada escrito y recibió una inmediata aceptación. A su vez, Aurelia formó un grupo de seis mujeres que se encargó de limpiar, lijar y pintar los pasos, poniéndole tulipas y flores. Pasada la Semana Santa, la cofradía ya contaba con 80 miembros.

En mayo de 1996 se celebró la primera Junta General, donde se aprobaron los nuevos estatutos y se estableció la cuota en 5.000 pesetas. Ese mismo año, Loli Ezquerro Muñoz propuso formar una banda de tambores y cornetas. Tras varias gestiones, la junta nombró director de la banda al calahorrano Iván Herrero, quien se comprometió a enseñar gratuitamente a los nuevos músicos.